Es una señora gorda y amable. Es de esas señoras que hacen de su gordura una nueva forma de amabilidad, más bien. Es una señora que, un día, me invitó a merendar sin apenas conocerme más que por la relación de amistad que me ataba a su hijo. Me puso café y unos bollitos con crema que hacía ella (receta de su madre.) Comimos, bebimos, reímos y, sin pensarlo demasiado, nos encontramos sumidos en un debate carnal.
Qué divertido es cuando mi madre me pregunta por qué dejé de hablarme con ese chico tan simpático.
4.04.2007
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5 comentarios:
No hay que fiarse de las señoras gordas y amables, ya lo decía Jesús.
Yo nunca me he fiado de las personas que parecen muy amables y buenas, no sabes que se esconde debajo de esa máscara...
Y él; ¿obtuvo algún beneficio de esa conversación?
¿Qué tal era la receta de los bollitos?
las temibles mujeres afables... tienen un demonio en su interior!!!
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