4.15.2007

Por soleás

A veces (el 90% del tiempo) pienso que las personas que están conmigo es porque soy divertida y jamás les aburriría. Hay quienes, al principio, piensan que soy alguien especial, pero al cabo del tiempo se dan cuenta de que no y se quedan conmigo porque es lo más cómodo, lo más razonable. "Hasta que encuentre a otra". Lo gracioso es que nunca dejo que me abandonen, así que me adelanto yo y me paso algún que otro mes llorando y deseando volver a ver a esa persona, pero soy muy orgullosa. Tan orgullosa que, por supuesto, estoy sola.

Me voy un par de semanas al paraíso.

4.14.2007

Misantropía

Payasos ardiendo
esnifan Ajax Pino.
A mí la humanidad
me importa un pepino.


Javier R., filósofo humanista de 8 años.

Mi hermano y yo nos hemos distinguido siempre de los demás por ese sentido del humor tétrico y políticamente incorrecto. Además, siempre hemos tenido curiosidad por el conocimiento, lo que realzaba nuestro estatus de bichos raros. Para más inri, éramos los niños más pálidos del barrio, por lo que los otros niños decían que éramos vampiros. Eso es, vampiros que iban todos los días a la biblioteca a coger libros prestados (cada uno cogía un par y luego nos los intercambiábamos). Hoy mismo hablábamos de nuestra infancia, de aquel libro que cogimos un trillón de veces (era sobre duendes, ogros, brujas y seres encantados), de la escuela. Cuando éramos niños, los dos escribíamos poesía (uno para provocar, la otra para que el ratoncito Pérez estuviese contento y le diese más dinero). También escribíamos ensayos protesta. Y, por supuesto, narraciones. Una de las narraciones más prometedoras de mi hermano, por la cual le animaron, incluso algún profesor, a que publicase, era un plagio temático de Silent Hill 4.
Ahí es ná.

4.13.2007

Sugar, water

Anoche, cuando me acosté, puse la tele como de costumbre. Casi siempre pillo alguna peli o alguna serie que es pasable y me dedico a verla hasta que me entra el sueño. Pero cuando tienes que decidir entre las noticias 24 horas de Televisión Española (que como, obviamente, no pasan tantas cosas en el mundo como para contarlo durante horas y horas, pues se repiten siempre) o los programas que han decidido hacer en los canales privados imitando a las cadenas locales (sí, esos de "¡llámenos! ¡la sopa de letras es muy fácil! ¡sólo tenéis que buscar nombres de reptiles!"), pues te tiras por la teletienda, esa fiel y vieja amiga. Anoche me puse a admirar la seguridad que proporciona una faja finísima, lo fácil que es encontrar radares automovilísticos y lo sencilla que te hace la vida un taladro con destornillador eléctrico 2 en 1. Cuando salió la señora rubia que anuncia los aparatos de gimnasia, decidí cambiar, ya que odio ver a gente buenísima intentando hacernos creer que no es ningún esfuerzo hacer todas esas abdominales, y ponerlo en otra parte (creo que era una película del destape). Así que, desde aquí, pido encarecidamente a La Tienda en Casa que vuelva a comercializar robots de cocina maravillosos y cd's recopilatorios de lo mejor de los 70, 80 y 90. ¡E incluso que vuelvan a comercializar el disco de "The power of love"!
Entre tanto, me voy a tomar un menta poleo a la salud de mis programadores televisivos favoritos mientras medito: ¿Pagarán mucho a las señoras que son el "antes"? ¿Pagarán más a las del "después", ya que tienen que mantenerse en forma? ¿Y a los dobladores, que tienen que poner voces estúpidas?
¡Ay, los misterios de la venta televisiva!.

4.12.2007

Una tarde cualquiera

Cogí el metro con mi madre. Había llegado 5 minutos tarde a nuestro encuentro y no nos dirigimos la palabra hasta pasados unos 10 minutos. Hablamos sobre tonterías, sobre sus compañeras de trabajo. Cambiamos de tren. En el otro, una merdellona se sentó con su madre. Era como una visión: "¿qué pasa cuando tienes 25 años más y se te descuelgan las carnes? Que te conviertes en tu madre". Así que miré a mi madre y me alegré de que no fuese tan mal pintada (labios perfilados de marrón oscuro y rellenados de pintalabios claro... una ordinariez de los barrios periféricos de Madrid). La conversación que tuvieron me pareció muy divertida.
-¿Por qué dejaste el cajón abierto ayer?
-Es que no podía dormir y me puse a leer.
-¿Qué leíste?
La chica se rió.
-¿Y a ti qué te importa?
-Bueno, bueno, era por si leías un libro de Historia...
-¡Sí, hombre!
Qué patetismo.
Me despedí de mi progenitora y bajo las miradas de reproche de madre e hija, me bajé.
Anduve para cambiar de línea y, nada más pisar el andén, llegó el metro. La línea 6 está siempre abarrotada, son unos vagones viejos y horribles y parece que la gente que coge esa línea nunca se lava. En la parada siguiente se subieron unas adolescentes. Serían 4 o así, pero parecían 80. Chillaban, empujaban y comentaban en voz alta sus tonterías, como si a los demás nos importasen. Me empujaban hacia detrás, así que hice mi maniobra "a mí no me mueve ni dios". Planté bien la planta de los pies y empecé a molestar a una mientras pasaba las páginas de mi libro. Notaba cómo me miraban de reojo y yo por dentro me sentía como dios. Me puse a mirarle a una las pantorrillas. Gordas. Si se lo dijese, dejaría de comer unos días seguramente. La mente adolescente es lo más frágil que existe. Pensé en la parte de "Las partículas elementales" en la que Bruno se masturba en el tren y pensé: "Yo también me sacaría la polla del pantalón. Si tuviese."
En la parada siguiente, entraron unos cuantos viajeros más. Tuve que dejar mi maniobra a un lado y apartarme para que pasasen. Seguí leyendo, cogida con una mano pegada a la barra del techo y la otra al libro de Houellebecq. Entonces, vi una niña a mi lado. Tendría unos 12 o 13 años. Me miraba a veces de reojo. Vi que iba con un hombre que tenía barba. Él la cogía de las manos, le acariciaba el mentón. Ella cerraba los ojos y se acercaba mucho al hombre. Acercaba su cuerpecito caliente en pasos cortos e infantiles. Creo que hasta ronroneaba. Me daba vergüenza mirarles, así que fingí mirar al libro. Cuando llegué a mi parada, ellos bajaron conmigo. Miré a la niña directamente, sin ningún pudor. Ella me correspondió la mirada. Di gracias porque no podía leerme la mente.
Subí un montón de escaleras corriendo mientras los que iban por las escaleras mecánicas (todo el mundo) me miraba como si tuviese orejas peludas y un rabo de tigre. Subí más y más escaleras y llegué, por fin, a la taquilla.
-Uno de ida para el domingo por la mañana.
-¿Sólo de ida?
Esto lo dijo el chico que me atendió con una cara que se movía entre la picaresca y la burla. Pensé que se burlaba de mí y mi humor cambió.
-Sí, sólo ida. Para el primero que salga. Y si puede ser, que sea ventanilla, por favor.
Cogió mi carnet joven, lo miró y lo volvió a depositar en el agujero de metal donde debía meterle el dinero.
-17,70.
Le di un billete de 20 y esperé las vueltas y mi billete. Tenía ganas de llamar a Míchel, pero preferí esperar hasta llegar a casa. A la vuelta, me metí de lleno en el libro. Era una parte muy interesante y fui leyendo hasta por la calle. Cuando llegué a casa, le mandé un mensaje y me tumbé en la cama a leer. Después jugué con el móvil. Más tarde me llamó mi hermano por teléfono. Al colgar, puse la tele y me tumbé debajo de un edredón infantil lleno de aviones. Caí dormida y soñé con los paneles de Alta Tensión y con la guerra en Irak.

4.11.2007

All the love in the world

Soñaba que vivía en una ciudad de Estados Unidos. Hacía calor y el sol era anaranjado. Soñaba que estaba en una habitación de hotel. Sábanas de lino blancas y una cortina a medio echar. Soñaba que yo estaba tumbada en ropa interior, mirando las palomas pasar por delante de la ventana. Soñaba que él entraba en la habitación y, al verme, sonreía. Soñaba que venía hacía mí, quitándose la chaqueta. Soñaba que nos mirábamos a los ojos lo que parecía una eternidad y que nos acariciábamos el pelo y los labios con la yema de los dedos. Y cuando llegó el solo de guitarra, ya estábamos desnudos.

4.10.2007

Miedo y Asco

El otro día salí de la ducha y me miré. Vi un cuerpo pálido, blando y helado. Me vi reflejada en el armarito, cuya puerta metálica estaba cubierta de vaho. Me dibujé un par de ojos grandes en el espejo y una sonrisa. Después de eso, volví a mirarme las piernas. Seguían igual de blancas que siempre. Incluso con la sonrisa dibujada.

4.09.2007

Verano de 1903

Merendábamos en casa de mi tía. Había bollos esponjosos comprados esa misma tarde, mucha mermelada (de millones de sabores), la mejor mantequilla de la ciudad, chocolate con leche traído de Bélgica y mucho zumo de naranja. Comíamos sin preocuparnos por nada. Reíamos y pasábamos el verano tocando la guitarra y leyendo libros bajo la luz de las velas. Corríamos por el bosque para ver quién era el homenajeado esa misma noche. Aventuras y más aventuras nos acontecían a la vuelta de cada almendro. Una tarde, Theresa tuvo que irse. Su internado estaba a punto de abrir sus puertas y debían preparar sus enseres. Daniel y yo permanecimos inquietos pero callados durante su partida. Ella se despidió con la mano desde el coche negro y rotundo. Sonreía pero tenía una lágrima en los ojos. Mandó un beso al viento, para el que fuese más rápido en recogerlo. Daniel hizo un gesto de cogerlo al vuelo y echó una carcajada sonora. Me pasó los dedos por debajo de las fosas nasales y yo hice lo que debía hacer: le partí la nariz.

4.08.2007

Pensamiento rápido entre sábanas mojadas

Sólo contigo tengo una vida. Todo lo demás es un pasatiempo hasta que tú llegues.

4.06.2007

Dios

Me considero una buena persona. Tengo mis defectos y alguna vez he hecho daño, pero nunca ha sido por maldad. Siempre han sido errores o porque lo veía necesario. Soy una persona buena, lista y sensible. Ahora, dime, ¿por qué coño me pasa siempre todo lo peor?, ¿es porque no soy cristiana?, ¿es porque me encanta el humor negro?, ¿es porque creo en el sexo sin amor?, ¿es porque soy una defensora del suicidio?... ¿Qué coño pasa?

Injusto. Hijo de la gran puta.

Nadie se merece tanto ser feliz como yo.

Que te jodan.

4.05.2007

I want a new mistake, lose is more than hesitate.

No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento. No me arrepiento.

Ahora ya me conoces de verdad (aunque preferirías no haberlo hecho)

4.04.2007

I hate your son

Es una señora gorda y amable. Es de esas señoras que hacen de su gordura una nueva forma de amabilidad, más bien. Es una señora que, un día, me invitó a merendar sin apenas conocerme más que por la relación de amistad que me ataba a su hijo. Me puso café y unos bollitos con crema que hacía ella (receta de su madre.) Comimos, bebimos, reímos y, sin pensarlo demasiado, nos encontramos sumidos en un debate carnal.
Qué divertido es cuando mi madre me pregunta por qué dejé de hablarme con ese chico tan simpático.

4.03.2007

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Robé la motocicleta a su vecino una atareada tarde de otoño. Aún no habían acabado las vacaciones de verano (ese año se alargaron demasiado para mi gusto). Di un par de vueltas al vecindario pintado de gris y salmón y, cuando me cansé de esa vespa vieja, la dejé otra vez donde la había encontrado. Eso sí, rodeado de malas miradas y palabras aún peores.
Sus padres no volvieron a invitarme a su casa (supongo que era por si acaso se me ocurría robar el cortacésped a su vecino)

4.02.2007

Quiero ser una estrella de rock

Corríamos como locas hacia la puerta trasera. Reíamos sin parar hasta quedarnos sin aliento. Me moría de ganas de salir y tirar la carpeta de clase por los aires. Cristina me tiraba de la falda y me gritaba: "¡¡Venga!! ¡¡Corre!!". Pero yo nunca he sido muy buena en atletismo. Soy de esas a las que "les pesa el culo". Cuando llegamos, al fin, a la puerta, seguimos corriendo un rato más hasta encontrar un callejón donde escondernos. Cristina respiraba nerviosa y pesadamente. Esperamos un rato hasta comprobar que no nos seguía nadie. Cuando estuvimos seguras, Cristina se sacó el trozo de camiseta que le había arrancado en un descuido del segurata. Me miró, me lo puso en la mano izquierda y, tras un beso en el cuello, me dijo: "Feliz Cumpleaños".
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