4.10.2007

Miedo y Asco

El otro día salí de la ducha y me miré. Vi un cuerpo pálido, blando y helado. Me vi reflejada en el armarito, cuya puerta metálica estaba cubierta de vaho. Me dibujé un par de ojos grandes en el espejo y una sonrisa. Después de eso, volví a mirarme las piernas. Seguían igual de blancas que siempre. Incluso con la sonrisa dibujada.

3 comentarios:

Gabriel Noguera dijo...

Cuento los días que quedan para follarte como un loco.

Anónimo dijo...

Tendrías que haber puesto en el cristal el clásico "lávalo guarro", así la blancura de las piernas te habría parecido más justificada.
Aunque hablando de guarros... después del comentario del tipo de arriba me parece que los siguientes te parecerán algo sosos y probablemente menos interesantes.

huelladeperro dijo...

Lo disfrutes, amiga, si es verdad que te folla a tu gusto...

Sobre el post...

Es curioso, de recién nacidos todos somos más o menos guapos.
De jovencillos también; mientras podemos hacer lo que nos pide el cuerpo lo somos. Después, con el tiempo, el cuerpo deja de saber lo que quiere, y empieza a creerse los lugares comunes que corren entre los semihumanos que somos. Y bueno, no se te ocurra ir a un gimnasio a hacer ejercicio (salvo que busques inspiración literaria), pero no le niegues al cuerpo el placer de fatigarse. Si follando, follando, qué cojones.
lo importante no es que las piernas sean blancas, es que no sean delgadas como palillos.
Y ¿yo quien coño soy para dar consejos?
que voy pa viejo...
Hala, a seguir con tu vida como te salga de las gónadas que yo haré lo mismo.

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