"No me lo puedo creer".
Se quedó helada. Se rió. Salió a la terraza a fumar un cigarro y miró al cielo. Eran las 12 y media de la mañana y estaba oscureciendo. Apurando la última calada pensó en el discurso que había dado el presidente hacía unos minutos en televisión. Dos segundos después, se acordó: Elena.
Mientras se dirigía al colegio en el coche, lloraba de la forma más amarga y desesperada de toda su vida. Si todo aquello era cierto, su niña sólo viviría 5 años de vida. Nunca conocería el amor ni su desengaño posterior. Nunca viajaría a otras ciudades, ni leería libros inolvidables. Nunca haría nada de todo aquello que salpicaba su vida de felicidad. Y, por supuesto, no era justo.
Antes de bajar del coche, se secó las lágrimas con un kleenex usado que había en el otro asiento. Se miró al espejo retrovisor, se arregló el pelo un poco y salió a la calle. En el colegio, todos los niños estaban en el patio. Felices ignorantes que eran recogidos por sus padres desesperados y con los ojos llorosos. Era un caos absoluto.
Elena apareció de detrás de un niño un poco más grande y corrió a abrazar a su madre.
-¡Mami!
Carla la cogió al vuelo y la besó en la mejilla.
-Hola, princesa.
-¿Por qué has venido antes?
-Porque quería verte, mi niña.
Elena miró a su alrededor y, frunciendo el ceño, preguntó:
-¿Por qué lloran esas mamás?
-Porque están tristes. Pero ni tú ni yo lo estamos, así que tenemos que sonreír. Si no... ¡te haré cosquillas!
La niña reía a carcajadas mientras se revolvía entre los dedos puntiagudos de su madre. Carla, al verla así, decidió pasar esos últimos momentos haciéndola feliz. Feliz en la inocencia que aportan esos 5 años.
5.11.2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Plas plas plas
Oh... eso me llegó... me apretó el corazón...
me encantó... T_T
ostras que bueno... pero que pasó?
no nos dejes así
Publicar un comentario