3.24.2008

Psalms 30:5

Dios dijo una vez que no podía estar más de acuerdo conmigo. Le invité a un par de tostadas y él sonrío al ver que soy incapaz de imitar ningún acento y que, cuando lo intento, siempre me sale un deje gallego. Luego Dios me llevó a su casa y me estuvo mirando desde el borde de su cama mientras que yo desordenaba sus tres millones de libros.
Dios me dijo que, en otro momento, podría haberse enamorado de mí. Y yo hundí la cabeza en el pecho suave y extraño de la Providencia. Sin preocuparme por si me estaba mintiendo de nuevo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora entiendo porqué Dios llora zobre mi hombro cada vez que me buzca...

Anónimo dijo...

¿No te conto nada de su hijo, el que venia de Nazaret creo?

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