9.11.2008

Parafina

Metió las manos en el recipiente metálico. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis veces. La parafina estaba caliente y le recordó a cuando su padre le enseñaba cómo amasar pan. Al sacar las manos de la olla improvisada, éstas tenían un aspecto muñequil, blanquecino y fantasmagórico que le impresionó. Un pensamiento le rebotó en la mente: ¿serían las muñecas de su hermana pequeñas mujeres envueltas en parafina?
Durante los veinte minutos que tardó la capa mortuoria en enfriarse, sintió escalofríos de miedo. El monstruo de Frankenstein en pantalones cortos. Desfiguraciones con arreglo temporal.
A la hora de retirar el material que envolvía sus dedos, lo hizo de una tacada, como si fuesen unos guantes hechos de una carne no humana. La sensación fue tan placentera como aterradora. Desenvolver el regalo de unas manos suaves, unas uñas duras y brillantes.
Entonces comprendió lo que aquello significaba: ponerse una máscara para, al retirársela, admirar la mejoría. Como la retirada de vendas en una operación estética. La incertidumbre se convierte en una agradable sorpresa en una fresca noche de Septiembre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Dónde venden parafina?

Gus dijo...

Escribes MUY bien. Es una pena que cuando mejor escribimos suele coincidir con cuando peor estamos... asi q no se si darte la enhorabuena o que.

PD: Yo vendo parafina. No es muy cara... una venta es una venta.

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