9.09.2008

Unas son brujas con sonrisas, otras son pequeñas y tristes prostitutas

Se quedó muda. Miraba sin pestañear las aves muertas del cuadro de la cocina. Que no la quería, repetía. Que no la quería.
Las palabras se escurrían por entre las baldosas y manchaban todo de un color pardusco. Que había otra, que le hacía más feliz.
En realidad no pasó nada de eso, aunque ella lo hubiese deseado. Ella necesitaba una cordial despedida, un beso en la boca y un "eres lo mejor del mundo", pero no existió tal escena. Lo único que existió fue un amargo sabor de boca al ver que él ya no le volvió a coger el teléfono. Jamás.

1 comentario:

Arrozconteciano dijo...

Siempre podrá pasear su amargo sabor de boca por las calles madrileñas, intentando encontrar algo de azúcar, sin mucho éxito.

Al menos, eso hago yo.

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