Ejercicios de escritura en el videoclub: J

"Yo te doy una frase y tú escribes algo con ella" "De acuerdo"

La mujer dijo: ¡Apártate de mi camino! Pero yo no hice caso. Mi misión era pararla. No tenía otra opción. Era ella o yo. Sabía que no debía actuar siguiendo mis instintos. Debía ser racional, preciso, audaz. En cualquier momento ella actuaría. Y podría ser el fin. Debía ser rápido. Sólo un instante. Un momento, Un segundo. Ahora o nunca. Le agarré el brazo antes de que huyera.
-Señora, por favor, muéstreme ese bolso. El detector ha pitado. Tiene algo que no ha pagado.
Y así era. La muy choriza se quería llevar un par de películas sin pagar. Como agente de seguridad mi misión es evitar y detener a los ladrones. Ése soy yo.

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Recupera la cordura y mátale. Puedes hacerlo. No quieres que te mate. Levántate y hazlo. Tienes una pistola y sabes usarla. Enfréntate a tus demonios; busca la redención que anhelas. Debes hacerlo. Una muerte más no es nada comparado con la devastación de antes. Acabas con él y todo habrá terminado. Espera. Te ha visto. Es tu fin. Huye. Busca un lugar seguro y espera para contraatacar. Demasiado tarde. Has muerto. Te toca reiniciar la partida. O jugar al juego de coches. Es lo que tienen los domingos por la tarde: te aburres y juegas a la consola.

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"Estoy mareada, cielo". "Yo también". Meg extendió la mano. Garett la cogió. Les dolía la cabeza, estaban exhaustas, pero ya daba igual. Ya no importaba nada en aquel garaje subterráneo. Daba igual la sangre esparcida. Daba igual los cadáveres apilados. Daba igual los disparos en el pecho. Daba igual las huídas y persecuciones.
"¿No deberíamos estar muertas?" Meg preguntó, a lo que Garett respondió con una mirada.
Y aquella mirada lo decía todo: Si ni siquiera la Muerte pudo con ellas, nadie podría deternerlas. Porque eran inmortales, y estaban furiosas.