Él la cogió por los hombros. La zarandeó una y otra vez. Le dijo que se calmase, que no hacía falta montar el circo. Ella le dijo entre lágrimas y suspiros que no era ningún circo. El circo es para sonreír. En mitad de la noche, ella se puso los pantalones y el abrigo, se colgó el bolso y salió por la puerta de su piso. Bajó las escaleras llorando. Se sentó a la puerta del portal y esperó a que él bajase. Pero nunca bajó. Ella se fumó un cigarro, respiró hondo y pensó: "Él no me quiere como yo le quiero a él". Al llegar al filtro, recibió un mensaje al móvil que le decía: "Vuelve"
Llamó al telefonillo, empujó la puerta de hierro y subió las escaleras en silencio para que ningún vecino se percatase de su presencia. Él estaba con la puerta entreabierta, sin camiseta. Al entrar, le acarició la cara. E hicieron el amor. Aunque él pensaría en el orgasmo y ella, en su tristeza.
1.31.2007
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7 comentarios:
Qué historia más triste.
si los dos, en ese caso, piensan en el orgasmo para poder acariciar la tristeza que los invade, es algo a tener en cuenta ;) Pero sino, no tiene mucho sentido hacerlo...
El resto depende del punto de vista de quien lo cuenta.-
qué puede nosotros hacer para ayudarse, todos no tenemos que convenir toda la hora pero sería agradable .
Triste, pero cierto...y muy real
Soberbio...
Uno puede vivir muchos momentos de esos, pero nunca aprende a manejarlos, siempre son distintos y su regusto varía cada vez.
Siempre seremos aprendices.
Gran historia, real como la vida misma.
... al menos los dos se necesitan y eso les es conocido...
el amor hace daño, siempre lo ha hecho y siempre lo hará....
pero no por el prójimo sino por nosotros mismos, xq esperamos de éste, xq no amamos en libertad, xq atamos con cadenas, xq exigimos, xq medimos su amor, xq condenamos sus actos, xq le comparamos con nosotros mismos.... xq no aceptamos y amamos libremente lo que nos quiera/pueda dar, sin más.
Bikos. Mó
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