Andaba un poco mareada desde ese día. Su forma de andar, incluso sin estar bebida, era torpe y sin gracia. Yo la llamaba "patito" y ella se sonrojaba siempre. Solíamos salir del trabajo sobre las 9 ó 9 y media de la noche, una vez habíamos hecho caja y habíamos colocado cada producto en su sitio. Ella normalmente no salía con nosotras nunca, pero un día se decidió. Nos quedamos tan sorprendidas como contentas de tener a "patito" una noche entre nosotras. Estuvimos malcenando en un puesto de bocadillos a pie de calle y nos marchamos corriendo a algún garito (aunque fuese sólo para resguardarnos de la lluvia y el frío.) Allí bailamos y bailamos. Y, por supuesto, bebimos. Me confieso una mujer adicta a los chupitos de tequila, así que provoqué a mis compañeras de juerga a que bebiesen conmigo. Todas lo hicieron menos "patito". Ella se reservaba en una esquina. Desde allí nos miraba con una expresión entre el miedo y la pena. Intenté integrarla pero se negaba en rotundo. Obviamos su respuesta y decidimos seguir bailando. Entonces, ella, sin abrir la boca siquiera, sacó una petaca del pequeño bolso negro. La desenroscó y se dedicó a un trago lento e intenso. Yo pensé que se había bebido toda la petaca de una sentada, pero la enroscó y la volvió a guardar. Entonces, pasó por delante nuestra y pidió un chupito de tequila. Bebió y bebió. Entre chupitos de diferentes sabores y colores, se marchó al baño y, al volver, le noté una especie de brillo en los ojos. Pensé que quizás se habría metido una raya, no lo sé. Lo que sí sé es que siguió bebiendo. Al principio era divertido ver al "bicho raro" bebiendo como una cosaca y diciendo estupideces, pero poco a poco veíamos que se apagaba. Nos dijo algo así como: "Deberías miraros al espejo y ver lo patéticas que sois con vuestra mediocre existencia, con vuestro conformismo, con vuestra igualdad de mierda". No sé a qué se refería. En fin, que después de decirnos un montón de burradas y de insultos, se desplomó. Cayó en picado en el suelo del bar. Y entonces, vomitó. Nos quedamos paradas. ¡No sabíamos qué hacer! Alguien llamó a una ambulancia (creo que el dueño del bar) y cuando llegaron le contamos a los del SAMUR lo que había bebido, pero por lo visto había tomado algo más. Yo pensé en la raya en el baño, claro.
Al día siguiente llamaron de la central a la tienda y nos dijeron que había muerto. Había tenido una sobredosis de barbitúricos y de alcohol.
Pero tampoco creo que la tratásemos tan mal, oficial. Lo que pasa es que no se integraba porque no le daba la gana. Y ya está.
2.21.2007
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6 comentarios:
Qué injusticia. Si yo hubiera sido el oficial, les habría metido un par de tiros a cada una después de gritar "cuidado, va a atacarnos".
Supongo que, después de todo, era ella quien se trataba tan mal. Quizás se dio una única oportunidad de probar una existencia mediocre, codearse con el patetismo. Esperemos que, por lo menos, ella sí haya sabido.
Cuanta crueldad hay por el mundo, espeor que sea un cuento y no nada verídico porque si no la crueldad el ser humano es más grande de lo que me pensaba.
Aún que siempre la realidad supera la ficción.
Besos
Es bueno.
No creo que haga falta decir más.
Hace meses, a un conocido como tenía dinero, lo capturaron para quitarselo y pagar drogas, como la victima se dio cuenta de quienes eran porque los conocia, lo mataron, parte por parte, primero le cortaron la mano, luego lo apuñalaron, lo degollaron y arrojaron su cuerpo a un rio. Cosas que pasan que uno, ni nadie, puede controlar...
Dignidad y orgullo te separan de los otros. El final de tu entrada es la clave de todo. La dignidad y el orgullo han de llevarte a la muerte, ya no te puedes preguntar si vale la pena o no, es sólo lo que tú eres. La solución quizás está en aferrarse a la anormalidad, el orgullo siempre podrá defenderte.
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