4.03.2007

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Robé la motocicleta a su vecino una atareada tarde de otoño. Aún no habían acabado las vacaciones de verano (ese año se alargaron demasiado para mi gusto). Di un par de vueltas al vecindario pintado de gris y salmón y, cuando me cansé de esa vespa vieja, la dejé otra vez donde la había encontrado. Eso sí, rodeado de malas miradas y palabras aún peores.
Sus padres no volvieron a invitarme a su casa (supongo que era por si acaso se me ocurría robar el cortacésped a su vecino)

3 comentarios:

Gabriel Noguera dijo...

¡Qué actividad!

huelladeperro dijo...

¡Viva la anarquía!

Anónimo dijo...

¿Le pidieron opinión al vecino?

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