Ante la ineficacia de su pareja, la chica permanecía tumbada en la cama. Boca abajo y con la almohada en la boca. Cuando salía de la casa de su novio, arrastraba los pies por el asfalto y pensaba en ese gran amor que el cine promete. Pensaba que todos esos desprecios hacia su boca eran unos desprecios indirectos hacia su persona. Y entonces, le conoció. Conoció a un chico guapo, alto, robusto, atractivo, inteligente y perfecto. Se entendían perfectamente con solamente miradas. Una noche, decidieron darse una oportunidad y dar rienda suelta a su cuerpo. A ella le entró miedo y huyó.
Lo que pasó al final no lo sé realmente porque aún no me lo ha contado ninguna de las dos partes, pero en cuanto sepa algo, les mantendré informados.
5.25.2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Seguro que no se lo pasan tan bien como nosotros. :**
¡Hola!, te he estado leyendo estos días. No termino de cuadrar con muchas cosas de tu personalidad... pero me encanta como escribes, el toque que le das a las cosas... no se, hace este blog muy tuyo :P y es de lo primero que leo cuando voy a mi casa.
Un saludo!. Esta historia concretamente no ha terminado de gustarme.
http://viajandoporlasprofundidades.blogspot.com/
Significativo lo de evitar las bocas. No lo dudes: ya no la ama. En los hombres, al menos, es definitivo.
Respecto al príncipe azúl (en los hombres al menos es definitivo) en cuanto llueva comenzará a desteñir. Te adelanto que muy posiblemente su caballo sea de cartón-piedra.
Publicar un comentario