Conducir de noche es una maravilla. P suele recostarse en el asiento del copiloto y pone los pies sobre el salpicadero. De vez en cuando fuma algún cigarrillo, pero sólo si las ventanas están abiertas. Siempre recorremos cientos de kilómetros en una sola noche. Vamos y volvemos. Es nuestra ilusión de libertad. Vamos, nos mojamos los pies y volvemos. A veces follamos en la playa. Otras, en el bosque.
Los dedos de P están pintados de un rojo desconchado.
Cuando volvemos, ella suele entrar de puntillas en su casa. No creo que lo haga para no despertar a nadie porque no es ni tan cuidadosa ni tan altruista. Nunca me quedo a dormir con ella, pero, si lo hago, suele acurrucarse de espaldas a mí. Suelo besarle las corvas mientras duerme. Y suelo pensar en que es un potrillo desbocado y que un día la van a atar a una verja. Quizás vaya a verla y a besarle el hueco de las rodillas cuando eso suceda.
5.24.2008
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