6.24.2008

Tear into my heart, make me do it again, yeah

El suelo de la habitación estaba cubierta por una moqueta densa. Había tanto polvo que los rayos de sol conformaban un fantasma blanco. Hacía un calor horrible pero joder, todo era cojonudo. Los cómics tirados, los vasos vacíos, las sábanas arrugadas.
L nos llamaba a gritos para bajar a comer espaguetis por enésima vez. J a veces decía: "Paso" y se tiraba a la piscina de cabeza. A mí me dio por pensar que no comía nunca y que por eso estaba tan delgado. Pero sí que comía. Alguna que otra noche bajé a coger más hielo del congelador y allí estaba él, hinchándose a donuts. Yo le llamaba bulímico y él solía abrir la boca para enseñarme la bola deforme de masa masticada.
Sobra decir que el bulímico y yo solíamos acostarnos juntos durante ese verano. Él se inmiscuía en la ducha cuando yo estaba dentro, y yo procuraba no despertarle cuando me colaba en su habitación por las mañanas. Le destapaba un poco y le lamía el pecho. Abría los ojos, me acariciaba la cabeza y me llevaba de la mano a la despensa. Encerrados en un armario lleno de comida y de botes de champú, follábamos agarrados de las estanterías. Creo que aún están las marcas de mis uñas. L nunca sospechó nada. Ni M, que era mi novio de entonces. Lo gracioso es que en la boda de J y L, J se acercó a mí durante el baile y me dijo:
-Tengo un armario nuevo.
Y, entonces, le arañé un poco la espalda por debajo del chaqué.

1 comentario:

Raphaël de Valentin dijo...

Bien sabes que dejas huella en tus amantes; es una cualidad que no puedes o no quieres evitar.

El componente sexual emana de tus textos, mezclado con cierta tristeza e incluso angustia. Con inteligencia.

Cóctel explosivo para los hombres. Pero de nuevo, eso ya lo sabes tú.

Hasta pronto, un abrazo.

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