Vamos a imaginarnos que la noche no fue como fue. Pongamos por caso que al final acabamos encerrados en la habitación. Que tú me acaricias la espalda quemada por el sol mientras yo miro a la gente pasar por la ventana. Que me pasas las manos por los muslos, levantándome la falda. Que me dices que sí a todo. Tú, lamiéndome la nuca y respirándome al oído. Pongamos que yo soy quien se aprovechó de ti mientras tú delirabas por el alcohol.
Deberíamos proponernos amor eterno entre sábanas de algodón y manchas de maquillaje.
(Aunque sea por el calor del momento.)
7.01.2008
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1 comentario:
si ... muchas veces nosotras somos quienes se aprovechan de ellos, es una satisfaccion que ensimismamos y es dificil llegar a explicar a fondo.
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