3.11.2011

Off to Nowhere

No teníamos nada en realidad. Solamente unas manos que ocupar y unas bocas que alimentar. Dábamos paseos por el parque para hacer tiempo hasta que todos estuviesen dormidos en casa. Cuando ya era lo suficientemente tarde, yo volvía de puntillas, intentando visualizar en la oscuridad los escalones que llevaban a las habitaciones. El pasillo solía tener juguetes esparcidos que yo iba recogiendo según iba pasando. La conciencia maternal primaba ante ningún otro recuerdo. Y allí estaba ella, durmiendo abrazada a un oso viejo. Con sus piernas pequeñas y su pelo enmarañado. Me podía pasar horas mirándola. Así que, a veces, me acurrucaba a su lado y me sumía en un coma dulce, en el que todo seguía siendo perfecto y yo no había sudado encima de nadie esa misma noche.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bah...!

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