6.04.2012

The world might disappear under blankets of snow.

Los días se van muriendo, ahogados en el calor desértico de media tarde. Las persianas siguen bajadas, como si se hubiesen roto y hubiesen caído de repente. Puedo oír el estruendo de plástico contra el aluminio de mi ventana. Y pienso, con los ojos cerrados, en compartir mi sudor con alguien que ya lo tuvo y lo desechó rápidamente. Él debería haber sabido lo valioso de mi espalda mojada en su cama, pero hay gente así, que necesita deshacerse de ti como el que se deshace de un cuerpo sin vida metiéndolo en un baúl viejo. Hoy buscaba en la misma oscuridad las fotos de un alguien que quería tenerme en su cama durante más tiempo y yo, con el aliento entrecortado, salté dentro de mis bragas y desaparecí. Aún recuerdo sus manos en mi tripa, diciéndome lo mucho que le gustaba la ausencia de huesos en mi cuerpo. Y yo corrí, y corrí a otros brazos, a otros tiempos perdidos, a otras pérdidas de juicio. Ahora todo está cambiando. Este verano, que parece ser el más largo de mi vida, se muere poco a poco con estas persianas bajadas y mi mente adormecida, acordándome de cuerpos que ya han muerto en vez de los cuerpos que están aún por nacer.

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