Siempre me siento observada cuando paseo por Madrid. Un montón de gente se agolpa en las puertas del metro y tienes que pasar literalmente por encima de ellos mientras que te miran raro y hacen que pienses: "¿Me he manchado la nariz de negro como aquella vez en que M tuvo que limpiarme la punta con la lengua?"
En el Macdonalds me miraron 7 personas: el de seguridad, la que limpiaba las mesas, el chico rubio de las escaleras, los dos rusos de la mesa de al lado, la guiri que jugaba con el callejero, tres niños marroquíes y la niña sueca de labios rojos.
En la calle, las prostitutas me echaban el ojo con cara triste. En las zapaterías, las clientas mostraban asco. Los vendedores, ansias. En el restaurante, el camarero sonreía mucho mientras me indicaba dónde estaban los baños. Todo el salón se giró para observarme pasar. Y yo pensé: "Que no se fijen en mi culo, por favor". Manías.
Luego en la Fnac la cosa fue a peor: me miró el tío feo de Pereza y yo casi vomito del asco, aunque a M2 le encante. Cosas de gays rockeros, supongo.
Al lado de la Casa del Libro, un chico con el pelo largo, rubio y liso escribía en una libreta pequeña, sentado en el suelo, mientras, con la mano izquierda, sostenía un puro. Deseé que me mirase. Él levantó la vista y, entonces, yo bajé la mía.
7.30.2007
7.29.2007
Being
Ayer mi padre conducía y sonaba en la radio del coche un cd que escuchaba cuando era pequeña. Paramos en un sitio a beber algo, pero estaba cerrado. Cuando volvíamos al vehículo entre refunfuños de mi madre, me di la vuelta. Ese sitio me resultaba familiar. Entonces, caí. Cuando éramos pequeños, mi padre conducía 20 kilómetros para ir a una piscina pública. Allí, nosotros jugábamos con unos niños y mi padre comía con una señora. Esos niños tenían el mismo color de pelo que mi hermano y estaban casi tan blancos como yo. Me acerqué corriendo a la verja y me asomé. Allí había un chico pálido y con el pelo castaño oscuro limpiando la piscina. Levantó la vista y nos miramos. Sus ojos eran los míos.
7.24.2007
Ronald Reagan, actor
Es un dolor de tripa constante. Son esas ganas de tumbarse y replegarse sobre uno mismo. Todo eso es lo que me bloquea. Intento pensar en otra cosa pero no consigo más que querer besar la pared y sentir el frío y el mal sabor en mi boca. En esencia es eso lo que siento cuando vuelves a mi mente, Sofía: frío y mal sabor de boca.
7.13.2007
Entretanto, la vida resulta carente de sentido.
Desde el mismo momento en que nos dijimos "Hasta dentro de nada" bajo esa farola, todo ha resultado un fracaso. Las cosas no van tan bien en casa, como te puedes imaginar. Y yo sólo puedo pensar en ti. Me da miedo despertarme un día más a tu lado. Por lo que pueda pasar. Así que, te propongo una cosa: o no nos vemos jamás o nos vemos durante toda la vida. Entretanto, la vida resulta carente de sentido.
7.10.2007
Y no encontré nada que se pareciese a ti
Elfriede le miró desde la toalla. Él jugaba con su hijo a construir un castillo en la arena. Los dos reían. El pequeño se mordía el labio con concentración. Su mujer estaba a un par de metros, tumbada en la toalla. Tenía un cuerpo envidiable. Creía haber escuchado en el desayuno que ella era periodista. Mujer e hijo perfectos. Y un hombro aterciopelado, dorado y fuerte. Ese hombre lo tenía todo. Y no Heinz, que leía una revista de historia, paliducho y demasiado delgado a su lado.
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