Se agachó y le besó las rodillas desnudas. El niño se echó a llorar. Los demás hombres de la habitación se reían. Y yo me senté en el suelo manchado como si nada ocurriese.
Todos me pisaron el vestido y me miraron desde arriba. Comí unas galletas que un chico rubio me trajo escondidas y despedazadas en su bolsillo.
En efecto, tras todo aquello, no pasó mucho más ese verano.
9.27.2007
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3 comentarios:
Ni falta que hacía.
¿Es el verano que pasaste en la bodega de un carguero espacial de la cofradía espacial?
Sí, creo que sería suficiente.
Besos!!!
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