Ayer tuve un orgasmo perfecto. Estaba rodeada de arbustos verdes y de hojas suaves como la seda. Apoyé mi cara contra la hoja más grande y cerré los ojos, reposando la cabeza entre toda esa naturaleza. Llovía un poco y las gotas rebotaban en mi frente como si fuesen los besos húmedos de un amante helado. Tiritando del frío que tengo ahora, lo recuerdo más cálido que nunca. Firme y estable. Progresivo. Maduro hasta la finalización de una etapa.
Porque esto se acaba, querido, y nosotros no volveremos a ser los mismos.
Demos la adolescencia por clausurada.
9.26.2008
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1 comentario:
Tu prosa encierra una de las metáforas mejor logradas que he leído ultimamente. Bien por ti.
Tienes un blog interesate. Espero regresar y seguirte.
Un abrazo...
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