No tenía moto propia, así que se la robaba a su hermano mayor. Salía a escondidas sin que nadie le viese y rodaba durante horas. El aire frío le cortaba la cara y él sonreía. Sólo paraba cuando el cielo se mostraba anaranjado. En ese momento, repostaba gasolina y colocaba la motocicleta en su sitio habitual. Se acostaba en su cama y se tapaba la cabeza. E inevitablemente, pensaba en ella.
Toda la noche para olvidarla y unas sábanas para recordarla.
Qué miseria.
12.12.2007
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3 comentarios:
El paseo en moto es un poco de luz entre tantas tinieblas, la verdad es que se agradece algo de esperanza de vez en cuando.
Un abrazo!!!
Muy vampírica estos días chérie...así pasa en diciembre cuando pega fuerte el frío.
Soy una basura sensiblera asquerosa.
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